El cambio climático, la urbanización descontrolada y el alza en costos de construcción agravan la vulnerabilidad del país, donde ocho de cada diez daños por fenómenos naturales quedan sin cobertura

México es uno de los países más expuestos del mundo a desastres naturales, pero su sistema de protección financiera es insuficiente: el 80% de las pérdidas por terremotos, huracanes o inundaciones no están aseguradas, advirtió José Manuel Athie, experto en riesgos catastróficos de Swiss Re, una de las mayores reaseguradoras globales. La combinación de urbanización en zonas de alto riesgo, inflación en materiales de construcción y efectos del cambio climático ha disparado la amenaza, mientras la cultura de prevención y la penetración de seguros avanzan a un ritmo lento.
El problema no es solo económico: sin cobertura adecuada, miles de familias, empresas y gobiernos locales quedan en vulnerabilidad extrema tras un desastre. «Si seguimos construyendo en laderas inestables, costas erosionadas o zonas sísmicas sin medidas de mitigación, llegaremos a un punto en que ni siquiera el mercado de seguros podrá absorber los riesgos», alertó Athie en entrevista con El Economista. El caso de la Ciudad de México —donde microsismos vinculados a la sobreexplotación del subsuelo generan incertidumbre— ejemplifica cómo la falta de planificación urbana agrava los peligros futuros.
Un país bajo amenaza múltiple: de huracanes a sequías
México es único en el mundo por su exposición simultánea a casi todos los tipos de desastres naturales:
- Terremotos: Especialmente en la costa del Pacífico y el centro del país.
- Huracanes: Por ambas costas, con un aumento alarmante en intensidad en el Pacífico.
- Inundaciones: Frecuentes en la mayoría de las regiones.
- Sequías e incendios forestales: Agravados por el cambio climático.
- Tormentas severas: Incluyendo tornados y granizo.
Según datos de Swiss Re, en los últimos 11 años, ocho de los 17 huracanes categoría 3 o superior registrados en el Pacífico mexicano en 80 años de historia han azotado la zona. «Esto no es casualidad: el escenario está cambiando, y los modelos de riesgo deben actualizarse con urgencia», subrayó Athie. Aunque el cambio climático solo explica el 20% de los desastres, su impacto en la frecuencia e intensidad de fenómenos como Otis —cuya factura asegurada superó los 2,000 millones de dólares— es innegable.
El reaseguro como red de seguridad (pero no suficiente)
Swiss Re jugó un papel clave en la recuperación tras el huracán Otis (2023): el 90% de las pérdidas aseguradas fueron cubiertas por reaseguro, y los pagos a las compañías comenzaron en menos de 10 días. «Nuestra función es proteger la liquidez de las aseguradoras para que puedan responder a sus clientes», explicó Athie. Sin embargo, el desafío va más allá de la capacidad financiera: la baja cultura de prevención y la construcción en zonas de alto riesgo —como Los Cabos (desarrollada masivamente tras el huracán Odile en 2014) o colonias de la Ciudad de México como Roma y Condesa— aumentan la exposición sin garantías de cobertura futura.
¿Qué falta? Tres claves para reducir la brecha
- Educación y conciencia: «No se trata solo de vender seguros, sino de explicar que son una herramienta de resiliencia«, señaló el experto. Muchos mexicanos desconocen que un seguro puede marcar la diferencia entre recuperarse o perderlo todo.
- Regulación urbana: Evitar la expansión en zonas vulnerables (como playas, laderas o fallas geológicas) con políticas de ordenamiento territorial estrictas.
- Innovación en coberturas: Adaptar los productos a riesgos emergentes, como sequías prolongadas o microsismos, y hacerlos accesibles para pymes y hogares de ingresos medios.
Un llamado a la acción urgente
El mensaje de Swiss Re es claro: México no puede permitirse seguir improvisando. Mientras el cambio climático acelera los riesgos y la urbanización desordenada los multiplica, la brecha de protección (solo 20% de las pérdidas cubiertas) deja al país en una posición frágil. «La pregunta no es si ocurrirá el próximo desastre, sino cuándo —y si estaremos preparados», concluyó Athie. La solución requiere colaboración entre gobiernos, aseguradoras y ciudadanos, pero el tiempo, advierten los expertos, se agota. ( El Economista)
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