Un estudio pionero revela que los bajos niveles de ácidos grasos omega en mujeres —y no en hombres— están asociados con la enfermedad, abriendo nuevas vías para estrategias de prevención personalizadas

Un hallazgo revolucionario en la investigación del Alzheimer acaba de poner en evidencia una diferencia biológica clave entre hombres y mujeres: los niveles de ciertas grasas en la sangre podrían influir en el desarrollo de la enfermedad, pero solo en ellas. Según un estudio publicado en Alzheimer’s & Dementia, las mujeres con Alzheimer presentan una marcada deficiencia de ácidos grasos insaturados —como los omega 3 y omega 6— en comparación con mujeres sanas, mientras que en los hombres no se observaron diferencias significativas. Este descubrimiento, liderado por científicos del King’s College London y la Queen Mary University, sugiere que la enfermedad podría progresar de manera distinta según el sexo, lo que explicaría por qué las mujeres representan casi dos tercios de los casos de demencia en países como el Reino Unido.
Grasas «buenas» vs. grasas «malas»: un desequilibrio clave en el cerebro femenino
El equipo analizó muestras de sangre de 841 personas —entre pacientes con Alzheimer, individuos con deterioro cognitivo leve y adultos sanos— utilizando espectrometría de masas, una técnica de alta precisión para identificar moléculas. Los resultados fueron contundentes: las mujeres con Alzheimer tenían niveles elevados de grasas saturadas (asociadas a riesgos cardiovasculares) y una notable escasez de lípidos insaturados, como los omega, conocidos por sus beneficios para la función cerebral. En cambio, en los hombres no hubo variaciones relevantes en estos marcadores, independientemente de su estado cognitivo.
«Es la primera vez que se demuestra una relación tan clara entre los perfiles lipídicos y el Alzheimer con diferencias por sexo», explicó la doctora Cristina Legido-Quigley, autora principal del estudio. Los ácidos grasos omega, presentes en pescados como el salmón o las nueces, son esenciales para mantener la integridad de las membranas neuronales y reducir la inflamación, dos factores críticos en enfermedades neurodegenerativas. Sin embargo, los investigadores advierten: aún no está claro si este desequilibrio es una causa o una consecuencia del Alzheimer, ni si modificarlo mediante dieta o suplementos podría frenar su avance.
¿Por qué las mujeres son más vulnerables? Más allá de la longevidad
Aunque tradicionalmente se ha atribuido la mayor prevalencia de Alzheimer en mujeres a su esperanza de vida más larga, este estudio refuerza la hipótesis de que existen mecanismos biológicos específicos. «No es solo que vivan más; hay algo en su metabolismo que las hace más susceptibles», señaló Julia Dudley, de Alzheimer’s Research UK. Entre los factores en investigación destacan:
- Cambios hormonales postmenopáusicos: La caída de estrógenos podría alterar el metabolismo de las grasas.
- Diferencias en la respuesta inflamatoria: Las mujeres podrían ser más sensibles a la inflamación crónica, un desencadenante conocido del Alzheimer.
- Factores sociales: Menor acceso histórico a educación o mayor exposición al estrés y el aislamiento.
El doctor Asger Wretlind, coinvestigador, subrayó que el estudio —realizado con una muestra amplia y diversa— «abre la puerta a diagnósticos más precisos y tratamientos adaptados al sexo». Ahora, el siguiente paso es determinar en qué etapa de la vida comienzan estos cambios lipídicos (¿en la menopausia? ¿antes?) para intervenir a tiempo.
¿Puede la alimentación reducir el riesgo? La promesa de una prevención personalizada
Aunque los autores piden cautela —«necesitamos ensayos clínicos para confirmar si ajustar estos lípidos tiene un impacto real», aclaró Legido-Quigley—, el hallazgo refuerza la importancia de una dieta rica en omega 3 como posible estrategia preventiva. Fuentes como pescados azules (atún, sardinas), semillas de lino o aceite de oliva virgen extra ya se asocian con menor deterioro cognitivo. Sin embargo, Dudley advierte: «No es una solución mágica. La prevención del Alzheimer requiere un enfoque integral, que incluya ejercicio, control del estrés y estimulación mental».
El estudio también plantea un desafío para la ciencia: desarrollar terapias diferenciadas por sexo. «Si confirmamos que el Alzheimer ‘ataca’ de forma distinta a hombres y mujeres, los tratamientos actuales —diseñados sin considerar estas diferencias— podrían ser menos efectivos para ellas», concluyó Wretlind.
Mientras la investigación avanza, los expertos coinciden en un mensaje claro: entender el Alzheimer como una enfermedad con «rostros distintos» es el primer paso para derrotarla. Y en ese camino, la nutrición podría ser una aliada inesperada.
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