Un estudio de Stanford revela que estos organismos, antes considerados inertes, se desplazan bajo el hielo y podrían ser clave para los ecosistemas y la formación de glaciares en una región amenazada por el cambio climático

Bajo la superficie blanca y aparentemente estéril del Ártico late un mundo verde y dinámico. Un equipo de científicos de la Universidad de Stanford acaba de demostrar que las diatomeas —algas microscópicas con caparazones de vidrio— no solo sobreviven congeladas, sino que se mueven activamente a temperaturas de hasta -15 °C, un récord absoluto para células eucariotas (como las de plantas y animales). El hallazgo, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, obliga a replantear el papel de estos organismos en los ecosistemas polares y su posible influencia en la formación de hielo, justo cuando el Ártico enfrenta su mayor crisis por el calentamiento global.
El descubrimiento surgió durante una expedición científica en 2024, cuando la investigadora Qing Zhang observó algo inesperado: las diatomeas «patinaban» sobre el hielo. Usando una combinación de moco y motores moleculares, estas algas se deslizan como si llevaran «patines microscópicos», un comportamiento nunca antes documentado. Las imágenes captadas con drones bajo la capa congelada revelaron además que el Ártico —blanco en la superficie— es verde en su interior, lleno de algas vivas que podrían estar redistribuyendo nutrientes esenciales para peces, focas y osos polares.
Un ecosistema oculto con implicaciones globales
Hasta ahora, se creía que las diatomeas permanecían inactivas en el hielo. Sin embargo, el estudio prueba que mantienen niveles de actividad comparables a los de ambientes templados, incluso en condiciones extremas. Más allá de su papel en la cadena alimenticia, los científicos plantean que sus rastros de moco podrían funcionar como «semillas» para la cristalización del hielo, acelerando su formación de manera similar a cómo se genera una perla. Esto adquiere especial relevancia en un contexto de deshielo acelerado: según estimaciones, el Ártico podría desaparecer como lo conocemos en 25 o 30 años.
La urgencia del hallazgo contrasta con la reducción del 70 % en fondos para investigación polar anunciada por la Fundación Nacional de Ciencias de EE. UU. para 2025. «Estamos perdiendo el Ártico antes de entenderlo», advirtió Manu Prakash, profesor de bioingeniería en Stanford y líder del estudio. Las diatomeas, antes ignoradas por parecer «dormidas», ahora emergen como actores críticos en un ecosistema que alberga ramas enteras del árbol de la vida aún por descubrir.
¿Por qué importa este descubrimiento?
- Resistencia extrema: Las diatomeas desafían los límites conocidos de la vida celular, abriendo preguntas sobre la supervivencia en otros planetas con condiciones similares.
- Impacto climático: Su actividad podría influir en la estabilidad del hielo polar, un factor clave para regular el clima global.
- Conservación urgente: El estudio subraya la necesidad de proteger la investigación en el Ártico, donde el 40 % del hielo marino ya ha desaparecido desde 1980.
Mientras el cambio climático avanza, este hallazgo recuerda que el Ártico no es un desierto congelado, sino un laboratorio vivo cuyas claves podrían redefinir nuestra comprensión de la vida en la Tierra.
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