

La Vía Láctea, esa majestuosa galaxia que alberga cientos de planetas inexplorados por la humanidad, es también quien da cobijo a uno de los planetas preferidos por los investigadores, debido a su cercanía con la Tierra (aproximadamente 225 millones de kilómetros de distancia) y el relativo “fácil acceso” a su superficie. Aunque se puede complicar su estudio, a causa de que los planetas pueden alterar el espacio que hay entre ellos, esto, provocado por la posición en la que se encuentran.
Aún así, se han logrado grandes descubrimientos de nuestro planeta vecino. Un ejemplo de ello es el hallazgo del imponente Monte Olimpo (en latín, Olympus Mons), clasificada como la montaña más alta del Sistema Solar, la cual debe su nombre gracias a sus colosales 22 kilómetros de altura. Pero, realmente no es una montaña, sino un volcán estratosférico, es decir, que rebasa la altura de 20 km. Y obviamente, supera con creces cualquiera de los picos más altos de nuestra Tierra.
Pero, a pesar de su descomunal tamaño, este grandioso gigante no puede ser percibido a simple vista desde la Tierra. En el siglo XIX, cuando se empezaron las investigaciones, los estudiosos no lograban visualizar algo más que una simple mancha.

Años después, científicos como Giovanni Schiaparelli descubrieron que esa mácula encubría un impresionante volcán que dejaba fluir ríos de lava incandescente, y por el color blanco que era perceptible de tal mancha, Schiaparelli la bautizó como Nix Olympica, que significa ‘nieves del Olimpo’. Se estima que la existencia de este volcán se remonta a la Era Amazónica (hace 1.800 millones de años hasta la era actual). Y hace poco, la NASA descubrió que sigue fluyendo un río de lava incandescente, lo que indica que su actividad nunca ha cesado.
Dimensiones del Monte Olimpo, ¿realmente es tan grande?
Pese a que es dueño de un gran tamaño, este coloso es uno de los montes más jóvenes (se formó durante la Era Amazónica) del Sistema Solar. Se encuentra en la meseta de Tharsis, un terreno elevado en la superficie de Marte que alberga a otras formaciones volcánicas. Este volcán tiene poco más del doble de altura que el Monte Everest (8848 metros), y casi el triple que el estrato volcán Nevado Ojos del Salado, de la cordillera de los Andes.
Se ubica en el hemisferio occidental del planeta rojo, y su magnitud es incomparable, si se pudiera plantar pie en Marte, aún así sería imposible verlo completo, ya que no sólo hace gala de altura, sino de extensión. 600 kilómetros de radio conforman la superficie de 283.000 kilómetros cuadrados, (¡equivalente al tamaño de Ecuador!) sumado a una caldera de 85 kilómetros de ancho por 60 kilómetros de alto, y una profundidad de 3 kilómetros.

Si alguna persona quisiera visualizarlo, no sería capaz, debido a que la curvatura del planeta empezaría a ocultar su silueta, y la impresión sería igual a estar contemplando una pared. La única manera de contemplarlo es desde el espacio.
Sin duda, esta majestuosa creación de la Naturaleza es digna de ser investigada más a fondo, para conocer sus más intrínsecos secretos.