
El desarrollo de los bioplásticos es esencial para detener la producción de plástico de origen fósil, un material que está dañando la salud de los ecosistemas y de los seres humanos.

El mundo produce anualmente 450 millones de toneladas de plástico de origen fósil, causando problemas ambientales y de salud. Los bioplásticos, derivados de fuentes renovables como plantas o microorganismos, ofrecen una solución prometedora.
Estos materiales reducen las emisiones de gases de efecto invernadero en su producción y muchos son biodegradables o compostables. El primer bioplástico conocido, el polihidroxibutirato (PHB), fue descubierto en 1926, pero su desarrollo se aceleró en la década de 1970 debido a la crisis del petróleo.
Actualmente, existen diversas alternativas, como los polihidroxialcanoatos (PHA) y el ácido poliláctico (PLA). Investigadores de la Universidad de Washington han creado bioplásticos a partir de espirulina, un alga con propiedades mecánicas similares a los plásticos convencionales y capaz de degradarse como una cáscara de banana.
Aunque los bioplásticos representan una pequeña parte de la producción global de plásticos y su costo es mayor, se espera que su uso aumente a medida que mejoren los métodos de producción y se reduzcan los precios. Su aplicación podría extenderse a sectores como la medicina, la automoción, el embalaje y la agricultura.
El mercado mundial de bioplásticos se valoró en 7490 millones de dólares en 2023 y se proyecta que alcance los 56 990 millones de dólares en 2032. Sin embargo, aún enfrentan desafíos como la reducción de costos y la mejora de la infraestructura de compostaje.