

Mérida, Yuc. 3 de julio.- (Diario de Yucatán).- Ese equipo tenía algo especial”, dijo muchas veces Carlos Paz González cuando se refería a los Leones de 1984, “los Leones de Carlos Paz”, como decían muchos sobre aquel equipo que, contra pronóstico, izó el banderín de la Liga Mexicana.
Carlos Paz González, nació en el municipio habanero de Regla, Cuba el 7 de abril de 1942 Mérida, entró al quite en lo que se temía sería una temporada más de fracasos para los Leones de Yucatán. Con un equipo modesto, sin nombres, pero con un grupo de apasionados peloteros hambrientos de gloria, Yucatán llegó al trono y dos cosas pasaron: los melenudos comenzaron a ser reconocidos, dejando el mote de equipo perdedor, y Paz tejió el nudo principal de una hilada que le convirtió en leyenda.
Al trascender ayer la noticia de su fallecimiento en su casa en Mérida, todos hablaron de su leyenda en la pelota local, con los Leones, con los Veteranos de la Liga Peninsular, con su larga lista de amistades.
Carlos Paz llegó a Yucatán como lanzador en los años 70 (debutó en la cueva en 1973). Y fue pítcher, coach, mánager, gerente, asesor, buscador de talento (scout de los Yanquis, su otro equipo amado)… de todo hizo como parte de unos Leones y el béisbol yucateco, que fueron su vida.
“Un gran hombre”, dijo Plinio Escalante Bolio al comunicar la noticia ayer en la tarde.
Alfredo Bolio Loría, otro de sus amigos cercanos, refrendó las palabras del laureado expresidente de los Leones y la LMB. “Amó el béisbol como pocos”, agregó.
Plinio, “Bolicho”, Aurelio Canales y Freddy, su eterno acompañante, fueron quienes estuvieron cerca en los últimos momentos. Pero lleno de amigos, respetado
y admirado, vivió prácticamente solo los últimos años.
Su deceso fue por varias enfermedades que le aquejaban desde tiempo atrás. Anoche fue velado y en horas de la madrugada del jueves, incinerado. Sus cenizas serán enviadas a Estados Unidos a un sobrino, hijo de una hermana del fallecido hombre de béisbol.
Paz González lanzó cuatro temporadas en la Liga Mexicana (récord de 17-37) y cuando se retiró comenzó a colaborar con Escalante Bolio, quien fue presidente de los melenudos, una gestión en la que el antillano fue fundamental porque, además, fue para la transición del Parque Carta Clara al Parque Kukulcán, en 1982.
Varias veces fue piloto de los Leones. Algunas veces interino otras de tiempo completo. Una se dio en la campaña de 1984, recordada por los yucatecos porque tomó el mando de los selváticos cuando parecían liquidados y conquistaron la corona de la Liga Mexicana.
Paz hizo del club una familia, señalado como “el equipo del destino”, y así llegaron a izar el segundo banderín en la historia de los melenudos, ganándose él un sitio especial en la historia del club.
Pedro Bazán de cátcher; Dominic Fucci en primera, Fernando Villaescusa en segunda, Blas Santana en tercera, Géner Rivero en el campo corto, Rich Guerra, Ray Torres y Arturo Defreites en los jardines, con una rotación guiada por Ken Angulo y Freddie Arroyo y Pilar Rodríguez de cerrador.
Yucatán vivió como nunca esa época: primero eliminando en histórica barrida a los Diablos Rojos, los súper favoritos; luego dejando fuera a los Tigres Capitalinos del “Pobre Chito” Ríos y Matías Carrillo, y venciendo a los Indios de Ciudad Juárez en la serie final en seis juegos, con una de las noches más grandes que se han vivido en el Kukulcán.
Y luego el desfile, la fiesta que se armó en las calles de Mérida. Paz recordaba siempre eso: “Todo Yucatán en un solo corazón”.
El Archivo del Diario aparecieron fotos memorables con los Leones unidos con miles de aficionados. En su entronización en el Salón de la Fama del Deporte Yucateco,electo por aclamación, reconocido como un yucateco más, Paz González se dijo “afortunado de haber llegado a estas tierras, que seguramente me verán morir feliz”.
Deseo cumplido. Aun enfermo, nunca quiso ser llevado a Estados Unidos con su familia. Casi nunca se perdía un juego de los Leones, aunque la salud le limitaba. Sus últimas visitas fueron a verlos en Kanasín, en una silla de ruedas.
Ayer, antes del segundo juego entre Pericos y Leones, en las pantallas del Kukulcán apareció su imagen y en señal de luto se guardó un minuto de silencio por el mánager más ganador en la historia de las fieras.