Un estudio revela que la caída en la adopción de vehículos eléctricos no solo aumenta las emisiones del transporte, sino que también debilita la expansión de energías limpias en la red eléctrica nacional.

La decisión del gobierno de Donald Trump de eliminar la mayoría de los incentivos para vehículos eléctricos (VE) en 2025, mediante la Ley One Big Beautiful Bill, ha provocado un colapso en la inversión del sector en Estados Unidos, según un análisis de la Universidad Carnegie Mellon. El retroceso no solo ralentiza la reducción de emisiones en el transporte —responsable de la mayor parte de la contaminación del país—, sino que también frena la modernización de la red eléctrica, que podría volverse más limpia gracias a la demanda de energía renovable generada por los VE.
De líder a rezagado: el giro en la política de vehículos eléctricos
En 2022, la Ley de Reducción de la Inflación impulsó la mayor apuesta climática en la historia de EE.UU., con subsidios masivos para fabricantes y consumidores de VE. El resultado fue una ola de inversiones en plantas de baterías y procesamiento de minerales críticos, como litio y cobalto, con el objetivo de reducir la dependencia de China —que domina el 80% de la cadena de suministro global—. Sin embargo, la derogación de esos incentivos en 2025 ha deteniendo el avance: las empresas han cancelado proyectos, y la adopción de VE en el país se ha estancado, mientras China y Europa siguen acelerando.
VE y energías limpias: un efecto dominó positivo (ahora perdido)
El estudio, liderado por el experto en políticas energéticas Jeremy Michalek, demuestra que los VE no solo reducen emisiones al reemplazar motores de combustión, sino que su carga masiva incentiva la construcción de centrales solares y eólicas. Esto ocurre porque, al ser más baratas de operar que las plantas de gas o carbón, las renovables terminan desplazando a los combustibles fósiles incluso cuando los VE no están conectados.
«Es un círculo virtuoso: más VE significan más demanda de electricidad limpia, lo que a su vez limpia la red», explica Michalek. «Pero al frenar los VE, EE.UU. pierde la oportunidad de descarbonizar sus dos sectores más contaminantes: el transporte y la generación de energía».
Consecuencias: emisiones, economía y geopolítica
- Clima: Sin VE, las emisiones del transporte —que representan el 29% del total en EE.UU.— seguirán dependiendo de la gasolina. La red eléctrica, por su parte, mantendrá una mayor proporción de plantas contaminantes.
- Competitividad: China ya controla el mercado global de baterías y minerales. La falta de apoyo estatal en EE.UU. deja a sus fabricantes en desventaja, justo cuando Europa y Asia avanzan con políticas agresivas de transición.
- Costos: Aunque los VE son más baratos de mantener que los coches de gasolina, su precio inicial sigue siendo una barrera. Sin subsidios, la adopción se limita a consumidores de altos ingresos, profundizando la desigualdad en el acceso a tecnología limpia.
¿Hay vuelta atrás?
Los autores advierten que, aunque la transición global hacia los VE es irreversible —gracias a la caída de precios de las baterías y la presión climática—, el retraso de EE.UU. podría ser costoso. «El gobierno no puede detener el cambio, pero sí decidir si lidera o se queda atrás», señala el informe. Mientras tanto, estados como California y Nueva York mantienen sus propios incentivos, creando un mapa desigual de adopción en el país.
El estudio concluye que, sin una corrección de rumbo, EE.UU. arriesga quedarse fuera de la revolución eléctrica, con consecuencias económicas y ambientales a largo plazo. «No se trata solo de coches, dice Michalek, «sino de perder el tren de la energía limpia en un momento crítico para el planeta».
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